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Channel: libros de divulgación – Blog de Eduard Punset
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A los sabios que vendrán…

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No soy de los que tienden a quedarse anclados en el pasado. Recurro a él, al pasado, mil veces al día, como hacemos todos, pero no lo hago para remover sentimiento de nostalgia alguno, ni mucho menos para reprocharme un presente peor. Steven Pinker me enseñó que cualquier tiempo anterior fue peor y, aunque lo afirmaba desde la óptica social, en términos individuales esa afirmación es igualmente cierta.

carta

Piénsenlo. Cuando nacemos, somos puro instinto y emoción. Aprendemos mientras el cerebro completa su desarrollo y, cuando empezamos a adquirir criterio, pasamos por una convulsa adolescencia donde intuición, razón e impulsos hormonales entran en conflicto a diario. Superada esa montaña rusa emocional, intentamos encontrar nuestro lugar en el mundo; un mundo que aún no da pie suficiente a los jóvenes de la manada, pese a ser estos los más creativos e innovadores. Lentamente, nuestra independencia se empieza a consolidar y construimos, ahora sí, nuestro futuro, a sellar relaciones y a ocupar un lugar cada vez más central en nuestra red social.

En la mediana edad, entre los cuarenta y los sesenta, pese a aparecer los primeros signos del envejecimiento, los humanos estamos en uno de nuestros mejores momentos en cuanto a salud, inteligencia y relaciones, tal y como supo revelarme David Bainbridge. Y en la vejez, nos liberamos de las ataduras laborales, de levantar a nuestros hijos y podemos, al fin, gozar de nuestras décadas de vida redundante en términos biológicos.

En otras palabras, a lo largo de nuestras vidas, nuestra biología se transforma y tenemos que adaptarnos a lo que nos marca el cuerpo. Nos pide cambiar, pero a muchos nos cuesta horrores hacerlo, cuando en realidad el cambio está en la base del aprendizaje, de la plasticidad neuronal, de la evolución e incluso de la química que compone nuestro universo.

Estas son algunas razones, pero hay muchas más por las cuales nunca he dado demasiada importancia al pasado. Si recurro a él, lo hago para constatar que el presente es mejor y el futuro aún lo será más, algo que he querido reflejar en «Carta a mis nietas». En este libro hurgo en el pasado a la búsqueda de lo que me ha emocionado y lo que he aprendido, para intentar entender mejor el presente y atisbar el futuro.

Pero subrayo que «Carta a mis nietas» no es un viaje al pasado, sino una mirada al futuro. Un vistazo a lo que nos deparan la ciencia, la medicina y la tecnología que vienen y a cuál será su impacto en nuestro modo de crecer, de aprender, de cuidarnos, de relacionarnos, de trabajar, de vivir.

¿Por qué este libro?
En «Carta a mis nietas», mi nuevo libro, emoción y aprendizaje van de la mano. En él rescato alguna de mis propias vivencias y las pongo en común con las ideas de las mentes más sorprendentes que he tenido la oportunidad de conocer.

¿Qué cuenta?
Mis ancestros, la infancia rural en el Priorato, los años en la BBC, el exilio, la experiencia haitiana o mi fugaz paso por la política encuentran su explicación en las circunstancias de la época y las analizo gracias a la gran enseñanza de figuras como Gerd Gigerenzer, Richard Dawkins, Lynn Margulis, Stephen Jay Gould, Susan, James Lovelock, Jane Goodall, Daniel Dennett y tantos otros pensadores.

¿Por qué a mis nietas?
Queridas Candela, Violeta, Alexia y Tiziana: no olvidéis nunca que detrás de cada decisión repentina que toméis se esconden mil años de saltos de un horizonte a otro de vuestro inconsciente.


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